Casi con toda seguridad que el perfume nació en estrecha
relación con la religión, empleado como purificante del alma y también como
ofrenda a los dioses. El incienso, que se lleva utilizando desde hace 5.000
años, se empleaba en las ceremonias religiosas y, al igual que hoy en día, se
despedía a los muertos con flores. En la mayoría de los casos era el sacerdote
el encargado de mezclar los aromas en las proporciones adecuadas. Prueba de su
uso en rituales lo tenemos en los relieves egipcios y en la artesanía griega y
romana. Desde la India se importaban hacia Egipto, Grecia y Roma grandes
cantidades de sustancias aromáticas que eran muy valoradas, como las especias y
el sándalo.
Las fragancias pasaron de
Oriente a Egipto, donde, los que disponían de agua vertían una pequeña cantidad
en los baños, y al salir de ellos se untaban el cuerpo con más de veinte
aceites diferentes, creyendo así, estar más cerca de los dioses.
De Egipto pasaron a Grecia.
Los gimnasios griegos contaban con una parte para el aseo personal, y allí se
podían encontrar infinidad de productos fragantes de diferentes formas y
colores: talcos que aplicaban en su piel, aceites, resinas mezcladas. Incluso
fueron los primeros en comercializar estas sustancias en los mercados, naturalmente,
entre un público muy seleccionado. Pero fueron los romanos los que, ocupados
por un aseo personal diario, lanzaron el consumo de los perfumes a todos los
escalones de la sociedad.
La perfumería también se encuentra desde la
antigüedad asociada a la ciencia médica. En Grecia, Hipócrates, padre de la
medicina, utilizaba pequeños concentrados de perfume para combatir ciertas
enfermedades. La capacidad curativa de las plantas o aromaterapia tiene su
origen en este país, aunque posteriormente, en la Edad Media, los perfumes se
siguieran utilizando para luchar contra las epidemias y como desinfectantes
hasta bien tarde, como por ejemplo en la peste que azotó Londres a mediados del
s. XVII.
Paradójicamente con la llegada del
Cristianismo y sus mensajes de humildad y pudor, el uso del perfume por parte
de las mujeres (mayores consumidoras de perfume a lo largo de la historia) cayó
en desuso. Esto, junto con la caída del Imperio Romano, marcaron un periodo de
declive del desarrollo general (principalmente cultural) en occidente.
Fue de nuevo la civilización
árabe la que comenzó a experimentar con perfumes tras la aparición de una nueva
ciencia, la alquimia. La alquimia aplicada a esta materia pretendía arrebatar
las propiedades a las plantas, extrayendo así su quintaesencia. De esta forma,
la planta seleccionada era destilada infinidad de veces hasta que sus
cualidades pasaban a otro estado.
Con la llegada de los árabes a
España la perfumería se extendió al resto de Europa. Los países mediterráneos
contaban con el clima adecuado para el cultivo de flores y plantas aromáticas,
principalmente el jazmín, la lavanda y el limón, por lo que las costas de
España, Francia e Italia se vieron de repente rodeadas de plantaciones cuyos
frutos eran aprovechados por los árabes, haciendo del perfume la principal herramienta
de su comercio.
Por oriente, el perfume es
introducido en Japón a través de China, que ya contaba en el s. VI con grandes
artesanos de la jardinería natural que destinaban parte de sus cosechas al
prensado de pétalos para la fabricación de perfumes. En este país se le concede
al perfume un gran poder, y el sentido del olfato, siempre desplazado frente a
los otros cuatro, es colocado en la posición que le corresponde. Una de las
artes obligatorias que recoge el Kamasutra es, precisamente, perfumarse, para
así formar una sólida alianza entre olor y amor, favorecedora del encuentro
erótico entre sexos.
Aunque en la Edad Media la
utilización del perfume quedara relegada gracias a la iglesia, si se siguió
usando entre las clases sociales más favorecidas. Como la higiene personal
dejaba mucho que desear, las mujeres se perfumaban con fuertes y persistentes
aromas, como el ámbar, que alejaban, aparentemente, el mal olor. En los
castillos se aromatizaban algunas estancias, naciendo así el primer ambientador
de la historia.
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