Si uno escribe las palabras "violencia doméstica" en el buscador de Internet Google, en 0.16 segundos encuentra 800.000 referencias. En MSN en español aparecen 163.000 artículos relacionados... Aunque no sea un tema que guste a todos, lo cierto es que se ha convertido en un foco de gran interés para la opinión pública.
En general, el enfoque de la así llamada "violencia doméstica" tiene más o menos los mismos dos ejes conductores.
El primer eje es la búsqueda de la igualdad. La violencia doméstica se presenta como consecuencia del machismo exacerbado que impera en nuestra sociedad. Desde esta perspectiva, los hombres serían una especie de tiranos y maltratadores en potencia, de los que es preciso defenderse o al menos tratar con precaución. La culpabilidad de los hombres se presume de tal forma, que países como Suecia están empezando a proponer un impuesto especial para varones, con el fin de sostener el sistema de seguridad y protección de las mujeres.
Bonita forma de conseguir la igualdad... así que, para luchar contra el machismo, colgamos el letrero de "culpables" a todos los hombres, sin importar que con ello pisoteemos el derecho que los códigos penales solían reconocer a todos los ciudadanos: el de ser considerados inocentes hasta que se demuestre lo contrario. ¿No es esto una forma peor de discriminación por razón de sexo? ¿Dónde está la igualdad? Si yo fuera un hombre sueco y tuviera que pagar estos impuestos, desde luego que se me soltaría la mano de vez en cuando con la compañera de turno... por aquello de "amortizar" la inversión hecha. Si a fuerza pago, por lo menos, pego...
El planteamiento de fondo es más serio aún que lo absurdo de la propuesta sueca. ¿Cómo será posible eliminar la violencia doméstica si se parte de una interpretación dialéctica de la relación entre hombre y mujer? La igualdad será posible si la dejamos de perseguir como un equilibrio forzado entre contrarios, y buscamos una base más sólida y más acorde con la dignidad del hombre y de la mujer.
El segundo eje del enfoque general es el deseo de protección de las víctimas. Esto se podría resumir en 3 reglas de oro
- La mejor forma de evitar la violencia doméstica: la denuncia a tiempo.
- Los mejores amigos: los abogados y los policías.
- Los medios para prevenir: las órdenes de alejamiento, la inmediata detención, la teleasistencia a las víctimas...
Sin embargo, como denunciaba el mismo Consejo General del Poder judicial en España, quizás no se esté midiendo suficientemente el peligro de criminalizar los conflictos familiares. La injerencia del Estado en el ámbito privado debe ser minimizada al máximo, so pena de violar la privacidad y autonomía de las familias. Por otro lado, las medidas propuestas en general son dirigidas a evitar las consecuencias desastrosas de la violencia doméstica, pero se echa de menos un afrontamiento serio de las causas reales del problema.
¿Cuál debería ser la política justa contra la violencia doméstica?
- Aplicar todo el peso de la ley: a los violentos y criminales, los delitos de violencia de cualquier tipo ya están contemplados en los códigos penales de cada país.
- Afrontar las causas reales del problema: el aumento de la violencia doméstica, la falta de valoración de la dignidad del hombre y de la mujer, la pobreza... Es necesaria una acción de fondo en la educación y la opinión pública.
- Ayudar a la familia: para que sea lo que tiene que ser ámbito de paz, no de violencia. Para ello, políticas de ayuda y fortalecimiento del matrimonio, mejora de las condiciones de vivienda y de salud...
Es muy fácil hablar de llevarse las manos a la cabeza con el número de las víctimas, hablar de "terrorismo doméstico" o poner pulseritas a los agresores... Pero es necesario un enfocar las cosas desde su justa perspectiva para tomar medidas justas y precisas, que vayan a las causas reales del problema.
Marta Rodríguez
http://www.mujernueva.org
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