Bartolomeo Cristofori, contratado por el príncipe Fernando II de Médici como conservador de instrumentos, era un experto fabricante de clavicémbalos, una destreza que le permitió conocer y desarrollar con maestría todas las técnicas de elaboración de instrumentos de cuerda con teclado. Si bien se desconoce la fecha exacta en la que el italiano sacó por la puerta de su taller el primer instrumento de cuerda, un inventario realizado por sus mecenas, la familia Médici, aporta algunas pistas al respecto. Parece que fue en el año 1700 cuando la música comenzó a disfrutar de la irrepetible melodía del piano.
El gran avance de Bartolomeo Cristofori fue sin embargo el de hallar una solución -sin contar con ningún espejo previo en el que poder mirarse- al principal problema mecánico del diseño del piano. El macillo de madera cubierto de cuero debía golpear la cuerda, pero no permanecer en contacto con ella, ya que este hecho amortiguaba el sonido. Además, dicho macillo debía volver a su posición inicial sin rebotar de forma violenta. Pero el reto no quedaba ahí. Bartolomeo Cristofori debía conseguir que su instrumento fuera capaz de repetir una nota rápidamente.
Bartolomeo Cristofori sentó definitivamente las bases sobre las que años después se irían construyendo las mejoras que harían del piano el maravilloso instrumento que hoy en día conocemos. El piano consiguió dejar atrás el estridente y metálico sonido típico del clavicordio. A cambio, le otorgó a la música un sonido mucho más suave y sostenido. El italiano lo bautizó como arpicembalo, que, literalmente, significaba «arpa-clavicordio», pero el mundo prefirió pasar por alto esta nomenclatura y referirse al instrumento por su principal matiz, el de producir a la vez sonidos suavles (piano) y fuertes, dependiendo de la presión ejercida sobre las teclas.
Después de convertirse engendrar el piano moderno, Bartolomeo Cristofori comenzó su prolija carrera y llegó a construir cerca de una veintena de pianos a lo largo de su vida, instrumentos de los que tristemente solo consiguieron llegar hasta nuestros días tres. El más antiguo, fechado en 1720, se conserva actualmente en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.
Sin embargo, Bartolomeo Cristofori no cesó en su empeño de mejorar su creación. El italiano ue capaz de seguir ofreciendo su talento a la música y en 1726 introdujo en sus pianos el sistema una corda, que daba al intérprete la posibilidad, mediante un comando especial, de desplazar el mecanismo de tal modo que cada macillo golpeara sobre una cantidad de cuerdas menor de lo habitual para lograr un sonido muy suave. Este mecanismo, que se mantiene en los pianos modernos, permite que el macillo del piano golpee sobre una única cuerda de cada grupo.
Fuente: La Voz de Galicia
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