jueves, 25 de agosto de 2011

Aunque no te des cuenta


Aún recuerdo uno de los primeros dibujos que hice en el colegio, tres redondas y un palo largo en cada redonda, con otro palo que los cruzaba como si fueran los brazos, habíamos pintado a nuestra familia. Tú lo colgaste con dos tiras de celo en la vieja nevera de hielo, sin que yo te viera, al descubrirlo por la mañana hizo que me sintiera orgullosa y, que quisiera pintar más y más dibujos.

Muchas veces te miraba sin que me vieras, como limpiabas los tiestos de flores de la ventana, con que mimo les quitabas las hojas secas, eso hizo que amara las plantas y que con el tiempo aprendiera tanto de ellas.

Cuando me hiciste aquel pastel para mi cumpleaños tan grande, sin que yo me lo esperara, porque yo había invitado a media clase, me aficione a la cocina y descubrí lo hermosas que son las sorpresas.

Y aquellos domingos de primavera que nos íbamos a comer al campo, cuando arrancabas una flor de diente de león y la soplabas, me enseñaste la fuerza de los deseos, de la ilusión, de los sueños.

Cada noche, cuando me arropabas y me dabas un beso mientras yo me hacia la dormida, me hiciste saber todo lo que me querías y lo grande que era para ti mi persona, entendí que lo más importante es amar y que te amen.

Un día te vi llorando, yo aún no sabía de muerte ni de dolor, pero al ver tus lágrimas aprendí que hay muchas cosas que duelen, por las que necesitamos llorar y no importa si nos ven hacerlo.

Tantas veces te veías tan guapa cuando sonreías, que secretamente hice el descubrimiento del poder de una sonrisa y lo utilizo siempre.

Tengo las rodillas llenas de marcas por las numerosas veces que me caí de la bicicleta, pero no me importan porque me desvelaron la magia de tus abrazos, de su consuelo y calor, desde entonces soy adicta a darlos y a recibirlos.

Me has enseñado tantas cosas adrede o sin darte cuenta, que yo he intentado hacer lo mismo con mi hijo, y quiero que sepas que es por ti, que tu nieto sonríe tanto, llora cuando está dolido, te abraza y es cariñoso, cocina mejor que yo, le encantan las flores…

¡En fin! Que te queremos, aunque ahora, a veces, seas tú la que no te des cuenta.

Un abrazo.

Autora: Ana Calandria

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