a esos días de entonces,
a mi adolescencia dulce,
a mi primavera joven,
a esos deseos vivos y nobles
que irrumpían en mi alma
cada vez que te buscaba
sin saber que tú existías,
sin conocer de tu nombre,
sin perderme en tu mirada
ni enredarme en tus palabras
y sin embargo te esperaba
y sin embargo te sentía
y ya faltaba allí en mi boca
el agua clara de tus besos
cuando la sal de las olas
donde a solas me mecía,
con el correr de las horas
se cristalizaba en mi piel
como la espuma en las rocas.
María Elena Astorquiza V.
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