En los tiempos que corren, todos hablan de dramas, de crisis, de problemas y desgracias y dicen: “¡Qué vamos a hacer, son las circunstancias!”.
La vida del ser humano se compone de diversos hechos que se van sucediendo a lo largo de su existencia y la mayoría de las personas dan por sentado que poco o nada pueden hacer salvo dejarse arrastrar por la corriente, por las circunstancias del momento. Pocos son los que tienen claro que lo que nos sucede puede afectarnos, sobre todo, de forma subjetiva.
Algo tan realista y objetivo como la pérdida de un ser querido, una grave enfermedad o quedarse sin trabajo a unas personas les destroza por completo y les hunde en la depresión y la desesperación, hasta el punto de que no tienen el menor interés en vivir. Los mismos hechos a otras personas positivas y con capacidad de sobreponerse ante las adversidades, lógicamente, les afectan, pero no les destruyen.
¿Por qué? Sencillamente porque en lugar de interpretar los acontecimientos adversos y traumáticos, solamente en clave derrotista, son capaces de centrar sus mentes en todo cuanto de bueno existe en sus vidas y, además, consideran como una oportunidad excepcional poder aprender para la vida y enriquecerse interiormente con la experiencia traumática de la que esperan salir fortalecidos.
Bien dijo Benjamín Disraeli que “el hombre no es hijo de las circunstancias, las circunstancias son hijas del hombre”, porque entendía que somos libres de adoptar nuestra propia actitud ante los hechos. No podremos cambiarlos, pero sí podemos elegir la actitud más positiva y esperanzadora.
Cuando afirmo que “tú creas las circunstancias y todo depende de ti”, quiero decir que la forma en que te afecte lo que estás viviendo, es cosa tuya. El secreto está en que centres tus pensamientos y sentimientos en recuerdos del pasado que fueron gozosos y gratificantes para ti y por lo que respecta al presente, por duro que sea, encuéntrale algo bueno, aunque no sea nada más que el beneficio que te reportará la experiencia de haberlo superado. Por algo decía Séneca que “pensar en el bien equivale a vencer el mal”. Aplícalo a tu vida.
Fuente: Senda Senior Comunicación

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