de un sueño largo
transcurrido en el vergel
donde los pájaros
consumen los granos hinchados
de los trigales amarillentos
que mueven sus ramas
silenciadas por el sol
que abate las distancias.
Me duelen los ojos
cansados de verte tan lejos,
mis pupilas se contraen
al divisar en la quimera
la ciudad que cobija tus pasos.
El bullicio vestido de arreboles
y pleno de agrios tenues
cuando el atardecer me anuncia
que el sueño es la verdad
de no tener tu mano férrea ni tu voz…
Mariela Lugp
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